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miércoles, 6 de enero de 2010

Quién eres tú…

Quién eres tú…

Un día, hace dos años, me miré en el espejo y vi una mujer triste, sin sueños… con el peso de la rutina de todos los días. Había olvidado cuando despertaba hace unos pocos años sonriente y me animaba para que ese día fuese mejor que el anterior.

No recuerdo cuándo cambió eso, cuándo empecé a despertarme desesperada por el tiempo, a no ir a los salones de belleza con la misma frecuencia porque el dinero era para otra “necesidad familiar”. Me sentía desesperada porque no había realizado muchas cosas, aunque esas cosas ya no eran los sueños de antes.

Repentinamente me di cuenta de que mi marido tenía una reunión de compañeros y ni me avisó, que mi hijo de 12 años no me obedecía, el de 18 decía que era ridícula y mi hija de 15 sólo me llamaba cuando necesitaba algo. Estoy segura de que todos sabían que les quiero pero… ¿Cómo me podían valorar si yo no lo había hecho nunca?... Por eso, a partir de ese momento empecé a ser primero yo.

Desde ese día las cosas cambiaron mucho, pero no fue fácil. Me costó levantarme temprano para arreglarme; renuncié a trabajo de 15 años y que odiaba, y empecé a ir al gimnasio. Los primeros meses fueron un fracaso, pero luego… bajé peso, cambié mi forma de vestir, hasta mi marido, asombrado, me invitó un día a una cena para preguntarme si nuestro matrimonio continuaba o tenía otro amor. Le dije sin pensar: -“Sí, tengo otro amor que me llena completamente ¡y ese amor soy yo!”-.

Os… El gato, el perro, el canario… La casa, las compras, el trabajo… El coche, la limpieza, las camas bien extendidas, el orden… Ocultan una mujer que grita ¡socorro!, que se mueve con amor y generosidad, pero que se ha quedado ahí viendo pasar la vida de los otros olvidándose de sí misma.

Mírate en el espejo ¿a quién ves?, ¿te gusta esa mujer o deseas ser otra?. Nunca es tarde. Recupera a esa mujer que se sentía atractiva, que durante horas soportaba una crema en el pelo para que tuviera más brillo, que elegía el maquillaje, el escote o los pantalones ceñidos que realzaban su sensualidad. Recupera ese cuidado de ti misma que te hacía sentirte segura.

Destierra las culpas, no importa si el desayuno, la comida o la cena se retrasan un poco. Trabaja para mejorar tu aspecto, tu trabajo, tus amistades, tu formación, cultiva tus aficiones… conseguirás, poco a poco que tu autoestima crezca. Si la autoestima no está bien, nada está bien en nuestra vida, y por ello dejamos que otros nos desvaloricen. Tu vida es una piedra preciosa, puedes hacer que brille o dejarla que se apague para siempre.